20 de maig 2018

Carta a la señora Carolina Miró



Señora,

Hace un par de días leí un reportaje sobre usted que se publicó en La Vanguardia. Me decidió a escribirle el descubrimiento de que es usted maestra de primaria, como yo. Pensé: de maestra a maestro casi seguro que podemos hablar y, quien lo sabe, quizás llegamos a entendernos. Por lo que tenemos en común, aunque solo sea la profesión a la que nos dedicamos. Esa es mi esperanza.

Debo pedir perdón por algo: parte de lo que le cuento se lo diría a su marido, pero me temo que él andará demasiado ocupado como para dedicarle cuatro minutos a leer la carta de un maestro de primaria catalán que no es independentista. Usted, por la influencia que debe tener sobre el señor Torra, quizás le pueda transmitir alguna de mis inquietudes, si le parece oportuno. Espero no haber incurrido, con esa estrategia mía, en una falta de respeto hacia la cuestión del género.

Lo que quiero exponerle es la preocupación que siento hacia ciertas ideas del señor Torra. Debo precisar eso: no me preocupa lo que piensa, si no que alguien que piensa como él sea el presidente de una comunidad autónoma tan diversa, tan plural y tan compleja.

Como usted es maestra de primaria, entenderá lo que le cuento: los maestros de primaria no solo nos ocupamos de los conocimientos que deben adquirir nuestro alumnos, si no también (y a veces pesa mucho más que lo anterior) de las cuestiones de la convivencia, el respeto hacia el diferente, la inclusión, la cohesión social, la tolerancia y el diálogo, que son la base sobre la que sustenta el andamio educativo. Usted lo sabe tan bien o mejor que yo: sin un clima de paz, de buen entendimiento y de respeto es imposible dar una clase de matemáticas. O de catalán, o de castellano, o de plástica. Esa construcción tan delicada y tan frágil que llamamos "sociedad" solo funciona cuando nos tratamos bien entre todos, cuando nos respetamos y cuando nos consideramos iguales.

Debo contarle algo: aparte de maestro de primaria, soy muy lector de todo tipo de textos. Incluso he publicado algunas cosas en papel. Esta faceta mía me llevó, hace algunos pocos años, a comprar (y a leer) varios libros de la editorial A Contra Vent, que dirigía su marido el señor Torra. Algunos de los títulos de aquella editorial figuran entre mis lecturas favoritas de los ultimos años. El libro de Francisco Madrid, por ejemplo, el de Domènec de Bellmunt o el de Josep Maria Plana. La verdad sea dicha: A Contra Vent publicó un buen número de textos relevantes, recuperados de ese olvido, tan catalán como cruel, que soslaya a grandes autores.

Por entonces, deduje que el señor Torra era persona cultivada y sensible, y por eso me sorprendió y me decepcionó tanto saber lo que he sabido ahora a través de los artículos y los "tuits" que escribió, de los que se infiere que el señor Torra no cree en que todos seamos iguales, o que existen diferencias profundas e insalvables entre los que nacieron en un rincón del planeta o en otro. Me gustaría contarle algo. Mis dos apellidos son catalanes, pero yo me siento catalán y español, y en esa doble identidad no percibo conflicto alguno. Al contrario: estoy satisfecho de pertenecer a la cultura de Ruyra y a la de Delibes, a la de Marsé y a la de Rodoreda, a la de Ana María Matute y a la de Pla, a la de Moncada y a la de Chirbes, la de Casamitjana y la de Casavella, a la de Espriu y a la de Sastre. Por no hablar de la enorme lista de grandísimos autores latinoamericanos, que amo y siento muy próximos. A mi me explicaron mejor Cataluña Juan Marsé y Antonio Soler (que es malagueño) que Rodoreda o Porcel, aunque todos ellos me aportaron algo, sin duda alguna.

Creo que el buen gobernante es el que procura lo mejor para la mayoría. Y la mayoría prefiere, antes que nada, antes que muchas otras cosas, la convivencia en paz entre los diferentes. Eso también sirve para los maestros de primaria ¿no lo cree usted? Todos queremos vivir en paz con los demás. Nadie quiere vivir en Sarajevo.

Gracias al reportaje que sobre usted publicó La Vanguardia, leí que es usted maestra de una escuela cuyos alumnos son de nivel socioeconómico alto o muy alto. Yo trabajo en un centro escolar cuyos alumnos son de clase baja o muy baja. Pero, sin embargo, estoy convencido de que transmitimos valores muy parecidos cuando no idénticos. Porqué el mundo es una pequeña bola de roca que gira enloquecida en la frialdad vacía del espacio sideral y eso es lo que tenemos, ese breve lapso de tiempo incierto y compartido encima de esa esfera. Y el mundo no es más de unos que de otros. En realidad, el mundo no es de nadie ni existen legitimidades de ninguna clase, aquí. Nada bueno saldría de buscar conflictos o enfrentamientos, disputas territoriales o legitimidades trasnochadas, ni hablar de destinos patrios en este siglo XXI.

Para despedirme (no quisiera robarle más tiempo) le contaré algo que me dijo un padre de la escuela en donde trabajo, en la que deposito muchas horas, mucha energía vital y mucha dedicación. Este padre es un señor que emigró des de Marruecos a Cataluña con un objetivo principal: darles a sus hijos una buena educación, en Europa, para ofrecerles un futuro mejor. Para ello abandonó su tierra y sus parientes y se instaló en un barrio marginal, pobre, sucio, dejado de la mano de Dios. Su viaje es una renuncia, generosa, en favor de sus descendientes. Este hombre me dijo:
-Lo importante es tener un techo. Y luego, comida. Después vendrá lo demás.

Su techo se cae a pedazos y la comida escasea tanto que, muchos días, sus hijos no comen tres veces y lo que comen es muy insuficiente. Ese hombre vive en Cataluña, y sus hijos nacieron aquí, son tan catalanes como usted, como yo. Es para ellos para quienes trabajamos usted, yo, y su marido. Nosotros trabajamos para su bien y nunca jamás es del revés.

Por la presente, le invito, si a usted le parece bien y le apetece, a visitar este barrio y esta escuela. Estaría encantado de acompañarla en esta visita. Se que usted sacará muchas conclusiones interesantes de una visita que no le llevará demasiado tiempo. Y confío de veras en que usted, que es una de las personas más próximas al señor Torra le contará a él lo que ha visto y lo que ha sentido.

Como dijo el señor Rousseau, los príncipes, aunque lo sean de un país pequeño, son más pequeños que el país. Por eso, tanto príncipes como maestros tenemos la obligación de trabajar todo lo posible y para todos, para compensar nuestra terrible pequeñez. Los príncipes y los maestros debemos ser ejemplares en nuestro quehacer y en las ideas que expresamos, porqué nos debemos a los demás, que es nuestra forma de decirles a los ciudadanos que les valoramos y les respetamos. A todos por igual. Piensen lo que piensen, sean del origen que sea. Ya que ellos confían en nosotros.

De los impuestos que pagan, muchas veces con esfuerzo desigual e inversamente proporcional a sus ingresos, salen nuestros salarios.

Atentamente, un maestro de escuela de barrio pobre.

5 comentaris:

  1. Espero, al igual que tu, LLUIS, la Sra Miró pueda leer esta carta sin cadenas de ADN que la corten.
    Salut

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  2. A ver qué pasa.
    Pero parece haber grietas insalvables en la sociedad.

    Pero bueno , a lo mejor con una apisonadora horda y pesada quedará yodo aplastado ...y sin grietas...?

    Y quizás sin algunas personas que " algunos" crean que sobren...?

    ¿?

    Pesimismo el mío ante la situación.
    De todas maneras me gusta tu intento de diálogo y expresión de lo que sientes.

    Bs.

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  3. T'ha sortit rodó, delicat i punyent. Aquesta al.lusió a la petitesa humana, al moment evanescent del fet de viure i de fer fàcil i agradable el fet de conviure, em commou. Com em van commoure els llibres que publicava A Contra Vent... Ser culte no és sinònim de ser bona persona. Tampoc escriure tuis incendiaris vol dir que s'hagin d'actuar, però fereixen, fan mal, creen distàncies... I l'harmonia de viure és tan fràgil..

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  4. Ser culte no és sinònim de ser bona persona.
    Correcto, MAITE MÁS. Céline era de tendencia filo-nazi, pero eso no le hacía peor escritor. Y a la inversa, puede ser uno una bellísima persona siendo un escritor insufrible.
    Y si, uno es prisionero de sus palabras tanto como de sus actos. Quizá los tuis se pueden considerar poco reflexivos por ser estos rápidos al escribir, pero eso no los hace menos merecedor de una reprobación.
    Si ha habido algo que me haya verdaderamente molestado es lo del ADN. No se puede tildar de "subnormal" a nadie, alegando que hay una deformación en la cadena del ADN, bajo ningún concepto, máxime cuando esta afirmación se hace de forma peyorativa, como insulto. Obvio no repetir la frase, pero me indica muy poco de su sensibilidad, y que no está capacitado para regir los destinos de todos, de todos los catalanes, hablen el idioma que hablen, voten a quien voten , piensen lo que piensen y tengan la enfermedad que tengan.
    Salut

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